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El valle inferior del río Chubut ha sido transformado. Las familias de origen boliviano han hecho de este espacio fértil un polo productivo agrícola que dinamizó la economía de la zona noreste de esta provincia patagónica. Hoy, su producción de verduras, frutas y especies aromáticas conforma no sólo buena parte de la dieta local sino que también se extendió comercialmente hacia otros centros urbanos del sur argentino.

Aunque la zona está vinculada a la milenaria historia de los pueblos originarios y desde 1865 con la de los inmigrantes galeses que fueron los primeros que hicieron de esta cuenca un valle productivo (también junto a otras colectividades europeas y asiáticas), ya hace más de tres décadas que es sostenido fundamentalmente por el trabajo de inmigrantes e hijos de personas provenientes de Bolivia. La historia galesa perdura en las denominaciones de las localidades aledañas, la cartelería vial y las escuelas. Pero hacia dentro de muchas de las chacras son los migrantes de origen boliviano quienes viven, trabajan, producen y comercializan lo que nace de esta tierra.

Aún así, en un importante sector de la sociedad local se sostienen discursos discriminatorios que desde el prejuicio menosprecian o desconocen el aporte que hacen estas familias productoras a la economía. Eustasia, una de las mujeres que vino del país andino, remarca que la colectividad boliviana ha sido estigmatizada incluso por su progreso económico: “Dicen que los bolivianos no comemos para juntar plata; así discriminan…”.

Trelew, Gaiman, Dolavon y 28 de julio son las ciudades y pueblos de esta zona que fueron bautizados honrando la famosa gesta galesa de 1865. Pero ahora las chacras se caracterizan por los hornos de barro, por las plantaciones de maíz y quinquina, por grupos de personas laboreando la tierra y hasta puede verse en alguna chacra una bandera wiphala flameando como espantapájaros en el centro de un cuadro de surcos sembrados. Esta es la historia del poblamiento boliviano en lo que se denomina Valle Inferior del Río Chubut, en el noreste de la Patagonia argentina y a más de 2500 kilómetros de sus lugares de origen.

“Cacique”: un pionero llamado Donato

Donato no recuerda el año en que llegó a Trelew y sobre su edad hay discrepancias. Él asegura que le “faltan tres para los cien”. Pero sus hijos no se ponen de acuerdo: Marisol, su única hija mujer, dice que tiene apenas 92 años y Jaime –uno de los cinco hijos varones- dice que “casi tiene 90”. Donato fue el primer migrante boliviano que se asentó en la zona de chacras y comenzó a trabajar la tierra. Fue un pionero y hoy muchas de las familias que llegaron atrás de él (incluso muchas de las cuales trabajaron en su chacra y contaron con su ayuda) lo llaman con respeto y humor “Cacique”. “Me da igual”, dice Donato sobre el apodo.

Era apenas un niño cuando abandonó Vitichi, su pueblo natal. Vitichi también se asienta en lo que es un valle fértil: “Está cerca de la frontera, de Villazón. Ahí se produce todo: membrillo, higo… como acá”, asegura Donato. Además, es un pueblo encajonado por una doble franja de áridos cerros y se ubica en una zona central y equidistante de Sucre, Chuquisaca, Potosí y Tarija. De toda esta extensa geografía será la zona de proveniencia de la mayoría de estas familias migrantes. Cuando a los nueve años Donato cruzó la frontera, Bolivia aun padecía las consecuencias de la Guerra del Chaco que mantuvo con Paraguay. “Mi papá quedó prisionero en el lado paraguayo y cuando volvió me fabricó”, relata Donato.

La trayectoria de Donato en Argentina es compleja tanto por la cantidad de lugares donde estuvo como por la variedad de trabajos a los que se dedicó. Toda esa experiencia le aportó un conocimiento erudito de Argentina desde lo geográfico, productivo e histórico. Recuerda las presidencias argentinas, los paisajes y las características culturales de cada zona en la que estuvo viviendo y trabajando. Según cuenta, apenas llegó vendía flores en las calles de Salta, luego se dedicó al transporte de pasajeros en sulky, trabajó en la producción tabacalera, en el comercio de mulas entre Bolivia y Argentina y luego como ayudante de albañil. “Yo era medio vivito, siempre. Fui aprendiendo cómo hacer plata”, cuenta Donato sobre su historia de vida.

A veces marcharse de un lugar obedecía a situaciones accidentales: “Trabajé en Buenos Aires de ayudante de albañil. Aprendí un poquito y me fui de ese trabajo y entré en otro ya como oficial de obra. Me dijeron de colocar puertas, marcos… y lo hice para la mierda. Así que me echaron y me vine para Villa Regina”, recuerda. Trabajó en Mendoza y luego ya sí se asentó en el valle de Río Negro para dedicarse a la cosecha de frutas: “Trabajé cosechando manzanas y ahí hice mucha plata. Hasta de noche cosechaba”. Habitó diversas ciudades del valle del río Negro: de Villa Regina a Lamarque y de ahí a Viedma.

Pero su destino iba a ser la de pionero. Se asentó en el valle inferior del río Chubut a principios de las década de 1980. “Llegué como hace 50 años”, exagera Donato. Los estudios demográficos, fiscales y demás testimonios informan que la llegada de bolivianos en la región se dio en los primeros años de la década de 1980. Sobre por qué eligió quedarse en este lugar luego de probar en diferentes zonas del país, Donato es categórico: “Mirá, acá se vive bien. Cómo te digo, en Lavalle (Mendoza) me cagué de hambre. Ni una cerveza me pude tomar porque no alcanzaba. En ese tiempo unas alpargatas valían dos con cincuenta y el jornal era de seis pesos. No alcanzaba para nada”.

Acá tuvo su mejor oportunidad desde que salió de Vitichi. Las chacras de la zona baja del río Chubut venían en franco declive. Las generaciones de descendientes galeses no continuaron con la producción y muchas de ellas estaban abandonadas. “Pero si no había, mismo acá”, dice Donato sobre la falta de mano de obra y luego agrega: “Estaban produciendo lechuga en un cañito; le hacían unos agujeritos. Yo decía: ¿cómo no van a producir verdura? Así aprendí. Primero puse poquitos surcos”, recuerda Donato sobre cómo se producía en pequeña escala y luego él comenzó a probar para hacer un proyecto de producción intensiva que es lo que hoy predomina en la zona.

Donato explica que a veces de manera experimental y otras mirando cómo trabajaban “los galensos” se fue transformando en agricultor. Se siente orgulloso de su fortaleza física y salud: “Me volví sano, no me duele nada. Yo desafío a trabajar a cualquiera. Yo coqueo, tomo, soy bien comido, bien chupado, fumo. A mí no me hace nada; mi cuerpo está sano”, reafirma.

La permanencia a lo largo de los años, el reconocimiento de otras familias migrantes y la predominancia de personas de origen boliviano a lo largo de la cuenca del río Chubut lo convirtieron en un referente de la colectividad, aunque no significa que estén bajo su autoridad. Las chacras se organizan y trabajan de manera familiar y cada una de ellas cuenta con un jefe varón que es la autoridad máxima. Si se tuviera que dibujar un árbol con las ramificaciones de cada una de las familias de origen boliviano que actualmente pueblan la zona, Donato sería nada menos que la raíz, la génesis de todos ellos. Por eso mismo lo han bautizado “Cacique” y su autoridad se asemeja mucho a los jefes de clanes que además de basarse en la experiencia reúnen aspectos rituales e ideológicos por los cuales se identifican y cohesionan comunitariamente. Donato ostenta un prestigio ganado en la permanencia, el trabajo y en la solidaridad con la mayoría de las familias y migrantes que se asentaron en la zona a partir de la década de 1980.

Otras historias migrantes

Tras la llegada de Donato, en Chubut el proceso de poblamiento con personas de Bolivia se fue acelerando. La mayoría de los chacareros vienen de Sucre y fueron ellos quienes tejieron las redes de información y vinculación a partir del parentesco o de relaciones de paisanaje; es decir: la información sobre esta zona de trabajo y posibilidades económicas se transmite en Bolivia entre personas de una misma zona geográfica, quienes luego van replicando la experiencia de migrar.

Sin embargo, las experiencias y trayectos migrantes no son iguales para todos. Algunos llegaron a las chacras cerca de las ciudades de Trelew o Gaiman luego de habitar varias zonas de Argentina, como fue el caso de Donato. Otros, en cambio, vinieron directamente a esta zona a partir de la información específica compartida por los pioneros. También hay quienes se volvieron a Bolivia y luego regresaron a Argentina o los que se fueron definitivamente porque les faltaba la hoja de coca. Para muchos de ellos la dependencia con esa hoja de los Andes centrales es tan o más fuerte que el mate para muchos argentinos. En los últimos años, con el aumento del flujo migratorio de norte a sur, la comercialización de la hoja de coca en la Patagonia se ha vuelto común y dejó de ser un obstáculo para el asentamiento de otras familias (sigue)